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Es así. Como ese trabajo constante de las hormigas, ese ir y venir, cargando palabras, removiendo miradas, almacenando suspiros y rabia, empujando perplejidades. Así es la lucha contra la violencia de género y más a través de la palabra. Permanente, en todos los frentes.
Hace pocas semanas un artículo en El País , escrito por Ignacio Bosque, académico de la lengua, trajo a colación las dificultades, los hartazgos, lo , de alguna manera, «discutible» de los manuales de lenguaje no sexista. El académico cuestiona la fiabilidad de estos manuales que no han contado en casi ningún caso con el apoyo de un lingüista para su elaboración.
Días después, Santos Juliá replicó, también en El País, con un artículo estupendo, irónicamente titulado : «Cuando Dolores era nuestro secretario general»,  haciendo referencia al título de Secretario General del Partido Comunista, que tenía Dolores Ibárburi, en los años 40. Santos Juliá comenta cuánto ha cambiado desde entonces, el papel y la consideración social de la mujer, y las relaciones entre la lengua y sus usuarios.
«Es imposible que la estructura de una sociedad experimente un cambio tan radical sin que la lengua sufra trastornos que quienes considerábamos normal llamar secretario general a una mujer no pudimos ni imaginar(…) La gramática no es la vida, ha sentenciado Amalia Valcarcel en frase feliz. Cierto., pero no hay vida humana sin gramática. Y cuando la vida humana cambia, la gramática o se alimenta de la nueva vida o muere de inanición».
Probablemente muchos y muchas, opinen que el lenguaje no es lo que hará el cambio. Y tienen razón. El lenguaje es solo uno de los frentes. Uno muy importante porque refleja y estructura, modifica pensamientos y con ellos, modos de conducta.
Y en realidad, es por esto, por las palabras y los modos de conducta que empecé a escribir esta entrada. Para contar que esto, la palabra y su poder de cambio intervienen en una campaña, una de tantas, lanzada hace un par de años en Latinoamérica:


Palabra, lenguaje,  que han convocado ya varios grupos de mujeres en Latinoamérica, para seguir clamando justicia ante la violencia. Para otorgar visibilidad a aquello con lo que convivimos con toda naturalidad. Un frente más. El año pasado se hizo un libro de relatos y poemas en Chile, este año se prepara el de Perú y el de Colombia. Y vendrán más. Porque tienen que venir. Porque la visibilidad es fundamental para que la palabra BASTA cobre la fuerza que debe tener. Y ojalá algún día no sean necesarios, ni siquiera porque se trata a través de la mirada de caleidoscopio de la poesía y la literatura. Y nos sea natural que una mujer no se pueda llamar «secretario». 
Entre tanto, no hay vida posible sin este camino de hormigas.

Mar
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